La fiera resistencia de María José, Almudena y Adelina, asediadas en una comisaría afgana
Almudena Porras, Maria José Quintas y Adelina Torres protagonista del tiroteo en Golestán.
Las tres cabos de Infantería, combatieron dos horas frente a un enemigo invisible que atacaba con fusilería, mortero y lanzacohetes.
Llovía y era de noche. El escenario era propicio para la fatalidad en aquel valle afgano, que hereda el nombre de la provincia en la que se ubica, Golestan. Almudena Porras, Adelina Torres y María José Quintás, junto a una quincena de compañeros del Ejército español, se recogían en la noche intempestiva en sus vehículos BMR, atentas a cualquier movimiento sospechoso. Esa fatalidad amenazante, a las 20.00 horas, cogió forma y se abalanzó sobre ellas. Los insurgentes les cercaron y atacaron con todo lo que tenían a su mano: fusilería, morteros, lanzacohetes... Y no había ninguna escapatoria. Resistir o morir.
Almudena y Adelina tienen el empleo de cabo. María José, de cabo primero. Las tres forman parte del regimiento de Infantería Ligera Tenerife nº49. Y las tres están unidas por aquel episodio en el que se enfrentaron a un enemigo invisible, resguardado en la oscuridad afgana. Ocurrió el 27 de noviembre de 2007, pero sus recuerdos son vívidos y ahora charlan por primera vez con EL ESPAÑOL sobre su experiencia en primera línea de fuego. Lo hacen con motivo de la presentación del calendario Mujeres con valor, editado por el Ejército de Tierra
Volvamos al valle del Golestán. Región desértica, resiste las inclemencias del tiempo más duras. Calor extremo en verano y durante el día. El frío acecha en las noches de invierno. En la noche en la que se produjo el combate, además, llovía. "Fue la única noche en la que llovió", recuerdan las protagonistas.
Tres vehículos BMR del Ejército español brindaban protección a las autoridades afganas en el valle. A bordo de ellos, una veintena de efectivos. "Comíamos, dormíamos, vivíamos dentro de ellos", recuerdan Almudena, Adelina y María José. Aquella misión duraba unas dos semanas, lejos de cualquier base, hasta que otros compañeros les tomasen el relevo.
Afganistán se desangraba en una guerra que se cebaba con la población civil. El Ejército español, bajo el paraguas de la OTAN, luchaba por recuperar la paz en la zona. Y lo pagaba con su propia sangre. Hasta la fecha, 87 militares españoles habían muerto en aquel conflicto. Incluida Idoia Rodríguez, la primera mujer de las Fuerzas Armadas que perdia la vida en misión.
Estalla el combate
Almudena, Adelina y María José, así como la quincena de compañeros que controlaban el valle del Golestán, sabían que aquella guerra se cernía sobre ellos. Aquella noche lo hizo con toda su contundencia. Fue a las 20.00 horas.
Los insurgentes cargaban contra una comisaría de la Policía afgana. "Se nos dio la orden de protegerles y respondimos al ataque". ¿Por qué era tan importante defender aquel edificio en mitad de la nada? Porque el descontrol avanza con rapidez en esos lugares olvidados. "Garantizar la presencia de la policía es garantizar la seguridad en el país", responden las protagonistas, del tirón.
No lo dudaron. Los militares españoles se colocaron junto a la comisaría en aquella noche de lluvia, protegiendo su perímetro. Dentro se suponía que estaban los policías afganos. Lo que es seguro es que fuera, en esa noche tormentosa, llovían disparos, morteros, RPGs.
"No podíamos ver al enemigo, sólo veíamos el origen del fuego. Aquello era distinto a un ataque puntual en un espacio abierto, en el que se puede repeler el ataque y replegarse. No podíamos marcharnos. Había que quedarse ahí". Almudena, Adelina y María José lo tenían claro. Porque cualquier bastión de seguridad había que defenderlo a toda costa. Aquella comisaría era el único resquicio de seguridad en la zona. Sin ella, el caos arrasaría a una población indefensa y hastiada por la guerra.
Un enemigo invisible
Fueron dos horas de combate, respondiendo al fuego. Un área desértica y vasta, en la que apenas se erigían unos pocos elementos que sirviesen de protección; entre ellos, los vehículos BMR y las propias fachadas de la construcción policial. Los militares españoles disparaban contra el lugar del que procedían los disparos. No veían a quienes disparaban contra ellos. El enemigo era invisible.
Los recuerdos de las tres protagonistas se condensan en apenas unos instantes: "No da tiempo a pensar en nada, sólo a defender la comisaría. Es más, aquellas dos horas nos parecieron dos minutos. Nos dimos cuenta al terminar, cuando vimos el reloj".
Terminó el fuego y Almudena, Adelina y María José comprobaron que no habían sufrido ninguna baja entre sus propias filas. Pero no era momento de celebraciones. Aún les quedaban varios días de misión en la zona. Volvieron a los BMR y a la lluvia, y trataron de dormir unas pocas horas. Con la satisfacción, eso sí, de haber protegido aquel bastión en un valle, el del Golestán, desconocido para tantos, pero crucial para sostener la seguridad en la región.
13 enero, 2019 00:56 Gonzalo Araluce Periodico el español
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